GUADALCANAL
En esta época, la explotación minera más importante de
Andalucía se desarrolló en Guadalcanal, cuyas minas de plata fueron descubiertas
en 1555 por Martín Delgado, teniente de alcalde de la villa. La Casa Real se las
incautó y comisionó a Agustín de Zárate para su administración junto con unos
súbditos alemanes que influyeron mucho en las técnicas de explotación. El
rendimiento de la mina fue bueno y a fines de 1556, a la vista de los numerosos
registros mineros surgidos en torno a la población, se nombra lnspector General
a Francisco de Mendoza. Con él se variaron los procesos de tratamiento, se
instalaron molinos de caballerías y se empezaron a usar esclavos, sobre todo en
las operaciones de desagüe. Poco después la mina empezó a decaer por los problemas de
inundación y se comenzaron a aplicar procesos de amalgamación para la
recuperación de la plata descubiertos por
el sevillano Bartolomé de Medina.
En 1 564
se inicia una nueva fase a cargo del minero Francisco Blanco, y en 1570 se
descubre una nueva de mineralización, encomendándose de nuevo a Zárate la
dirección de los trabajos, que por aquel entonces llegaban a 130 m de
profundidad. Sin embargo, los derrumbamientos e inundaciones acaban con la
actividad en 1576. No volvió a haber actividad importante hasta 1632 en que se
hicieron cargo de las minas los banqueros alemanes Fuggers (castellanizado a
Fúcares), pero la explotación duró sólo dos años. A fines del siglo XVII
encontramos al Estado laborando las minas por su cuenta.
En 1725,
el súbdito sueco Liberto Wolters Vonsiohielm obtuvo licencia para explotar las
minas de Guadalcanal, junto con las de Cazalla, Riotinto, Aracena y Galaroza,
durante treinta años. Para ello proyectó la formación de una compañía
explotadora que interesó especialmente a la clase alta de la Corte, levantando
una gran polémica. Con el informe favorable sobre los criaderos debido al alemán
Roberto Shee, se constituyó la Compañía de Minas que pronto se
dividió en dos: una para Guadalcanal y la otra para
Riotlnto. La Compañía de Guadalcanal verificó el desagüe de las labores y, tras
un sinfin de pleitos, se extinguió a los dos años. Tras varias tentativas de
reactivación, en 1768 una compañía francesa volvió a intentar el beneficio de
estas minas, construyendo a tal efecto edificios e instalaciones. La falta de
resultados favorables, tras una inversión estimada en ochenta mil ducados,
obligó a la compañía a contratar en 1775 al perito sajón Juan Martín Hoppensak,
quien, tras reconocer la mina, organizó el desagüe e investigó el cruce de los
filones, anunciando además la proximidad de la falla en las labores más
profundas del sur. A pesar de los esfuerzos, las dificultades del desagüe
hicieron fracasar la empresa en 1778. Pero en 1796 Hoppensak tomaba las minas
por su cuenta, junto con las de Cazalla.
Las minas de
Guadalcanal fueron visitadas por el físico y naturalista Guillermo Bowles,
venido de Alemania en l 752 por encargo de Carlos III, y en su "Introducción a
la Historia Natural y a la Geografía Física de España” (1775), da cuenta del
reconocimiento practicado en el Pozo Rico y en el Campanilla. Además, hace una
reseña histórica de las minas y refiere la existencia de dos planos antiguos,
uno con diez pozos y otro con once, entre 80 y 120 pies de profundidad. Describe
también otras minas de Guadalcanal, así como las de Puerto Blanco y Cañada de
los Conejos (Cazalla), Alanís y Fuente de la Reina (Constantina), todas de
plata.
Hoppensak continuó los trabajos de Guadalcanal y Cazalla al menos
hasta 1806. En 1822 la
Comisión Especial de Recaudación del Crédito Público encargó un informe que no
consiguió abrir nuevos horizontes al criadero de Guadalcanal. De nuevo, en 1830
se encarga al presbítero Tomás González el reconocimiento de la bibliografía
concemiente a las minas. En la década de 1840 una compañía inglesa reanuda las
labores, que fueron abandonadas en breve a pesar del informe favorable que dio
el capitán John Rule, como resultado de su visita personal.
Mucho más tarde, en
1.911, se vuelve a reanudar el desagüe por parte de un grupo de mineros
particulares, mediante la instalación de un grupo de bombas eléctricas
alimentadas por una central a boca de mina; se perforaron 100 m de pozo
llegándose a los 200 m de profundidad, a la que se encontraban las labores
antiguas. Se proyectó un aumento de los equipos de desagüe que no se llevó a
cabo al sobrevenir la I
Guerra Mundial. En 1919 y sin que hubiera actividad minera, el yacimiento
estaba cubierto por concesiones a cargo de la Compañía del Pozo Rico, la
Cuprífera Española y Rodolfo Goetz Phillipi.
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